Muy pocos vendedores son buenos

El mal vendedor piensa que el cliente solo quiere complicarle la vida. Lo último que piensa es qué él es un vendedor abominable y un empleado salvaje.
  Según esos cutrevendedores, quienes precisan comprar medio kilo de queso o una prenda de vestir, cobrar un cheque, tomar un café, solicitar información telefónica, saber por qué no hay luz en su casa o sacar entradas para el teatro, son enemigos públicos. En todo cliente habita un espíritu maligno. Nada bueno puede esperarse de la gente que pide, que pregunta, que molesta interrumpiendo a los encargados de atención al público en el momento mismo en que están comentando el último capítulo de "...", están mirando en su móvil las fotos de las vacaciones o están comunicados telefónicamente con su familia para preguntar cuál será el menú de la noche. Personas sin escrúpulos, cargosos que ignoran el concepto de autoservicio y necesitan la ayuda de otro para resolver sus propios problemas y falencias. Encargado-dependientes, en fin, que se encargan de molestar al encargado -valga la redundancia- ya sea de atender un local de ropa, un negocio, un banco o una oficina pública.
Hay que esmerarse a la hora de seleccionar a nuestros vendedores y eliminar a todo candidat@ que carezca de actitud y encanto para vender con excelencia a los consumidores de turno. Fuera los que consideran que su trabajo es despachar y no disfrutan de la venta.
No contrate a un candidato que usted piense que  ignora los problemas, o que  intentará que el cliente se lleve un zapato pequeño para su pie.
No gaste su dinero en un empleado o empleada encargada de no informar, de no responder y de dejar que el cliente pase sus próximos diez cumpleaños colgado del teléfono. Eso es como montar una clínica y echar mano de un contestador automático que diga: "Si se está desangrando, marque uno. Si tiene convulsiones, marque dos. Si está por pronunciar sus últimas palabras, marque tres. Si ya falleció, marque cuatro. Si es de los que ven una luz al final del túnel y deciden regresar, marque cinco o espere y será atendido".
Si está por montar un bar de la misma manera que no compra sillas chicas e incómodas que torturen el trasero de sus comensales, no contrate mozas y mozos que jamás hayan llevado una bandeja.
El cliente físico siempre antes que el telefónico. Muchos que se creen profesionales no interrumpen una llamada aunque a su tienda entre un cliente potencial. Piensa el mal profesional que si realmente viene a comprar, será capaz de esperar quince minutos hasta que él termine de intercambiar tonterías con su interlocutor de turno. Si se va antes de que se cumpla el cuarto de hora de espera, es que no tenía intenciones reales de comprar. Si su candidato es un adicto al movil mejor pasar de él antes de que él pase de tus clientes.
Retomando el negocio de hostelería no cometa el error de contratar a un mozo que se precie debe dejar vagar la mirada en lontananza, mientras el cliente, para pedir una gaseosa, saca a relucir todo lo que aprendió en sus cursos de mimo. Ignorarlo no es parte del servicio que brinda la casa. Y que luego, llegado el momento de cobrar, desaparezca por largo tiempo con los  100 euros que le dio para pagar una cuenta que no llega a 20 euros.
No contrate nunca a un candidato que se empeña en vender a toda costa. Que es de esos que echan mano de los argumentos ad hoc para clientes idiotas (es decir, para todos los clientes). Por ejemplo, si los zapatos que se probó le aprietan, dígale que se estiran. Si, en cambio, le quedan grandes, asegúrele que se contraen. Si el cierre de los pantalones no sube, infórmele que es la última moda en Londres y queda re cool andar por la vida con el cierre a media asta. Si aun así el cliente insiste en no comprar lo que se prueba, enójese y argumente que no es que los productos sean inadecuados para él, sino que él es el inadecuado y genérele culpa: "¿No te das cuenta de que tenés los pies asimétricos, la cadera ancha y el cuerpo jorobado?"
Si usted es el encargado de encauzar la larga cola de clientes, que esperan ser atendidos, debe saber que los tiene en sus manos. Y tiene que contratar a vendedores rápidos pero amables, comprometidos y alegres.
El cliente  quiere todo rápido y fácil. Por eso, no contrate a un cajero que haga los pagos tan lentos y difíciles.
A un cajero que usa tu tarjeta para cobrar y no sabe asegurar si el cobro se ha realizado correctamente...
Digale a ese candidato... OPERACION DENEGADA