Tienes una mentalidad fija o de crecimiento?

Lee estas frase y di si estás de acuerdo o en desacuerdo con ellas:
1. Es un tipo de persona concreta y no hay mucho que se pueda hacer por cambiarla
2. Independientemente del tipo de persona que sea, siempre puede cambiar sustancialmente.
3. Puede hacer las cosas de forma diferente, pero no puede cambiar las partes más importantes de su persona.
4. Siempre puede cambiar los aspectos más básicos de su persona.
Si estás de acuerdo con las frases 1 y 3 eres una persona de “mentalidad fija”. Si lo estás con la 2 y 4, es posible que tengas una “mentalidad de crecimiento”. Si estás de acuerdo con la 1 y la 2, posiblemente te has armado un taco. Este es un trabajo de Carol S. Dweck publicado en el libro Mindset: The new psychology of Success. Lo he encontrado en la relectura del libro Cambia el Chip, del que ya os hablé y he pensado que era un tema interesante para tratar de prever cuánto empeño pondrá una persona en conseguir sus metas y propósitos y cuáles son sus posibilidades de éxito. La persona de mentalidad fija tiende a creer que sus habilidades son algo que depende de su personalidad o aptitudes fijas. Tanto para lo bueno como para lo malo. Por poner un ejemplo sencillo alguien puede pensar que es un excelente matemático pero un pésimo bailarín de tango. Será un tipo de persona, para utilizar un lenguaje que ya conocéis, con un mapa mental más rígido en cuanto a sí mismo. Tratará de hacer aquello que se le da bien y evitar lo que no se le da. Saldrá poco de su zona de confort (lo que cree que hace bien). Es posible que sea muy bueno en lo que se le da, pero no hará casi ningún esfuerzo en intentar lo que no. Para ello, pondrá excusas de lo más variopintas (es que en realidad no me interesa, eso es una tontería, hay quien no es bueno para el baile, etc…). La persona con mentalidad de crecimiento piensa al contrario que muchas habilidades se pueden mejorar si practicamos. Que es posible que seas un mal bailarín de tango, pero eso es solamente porque no le has dedicado el suficiente esfuerzo, tiempo o interés. Y que si se lo dedicas, mejorarás. Puede ser que la persona se de cuenta de que algunas cosas se le dan mejor o le son más fáciles, pero eso no le lleva a cerrase a las otras. Será una persona que saldrá más de su zona de confort. Puede pensar que quiere aprender a bailar tango para disfrutar, aunque no sea su habilidad más notable, ya que tampoco es necesario que se convierta en campeón del mundo. Diríamos pues que tiene un mapa mental con respecto a sí misma más flexible y con más posibilidades de ser ampliado. Explicado así, puede parecer algo intrascendente, pero tener un tipo u otro de mentalidad puede determinar cuántas cosas vas a ser capaz de conseguir y cuánta va a ser tu resistencia- tolerancia al fracaso e incluso a la frustración. La persona con mentalidad fija, sólo tendrá tolerancia a la frustración en lo que se le da bien, lo cuál es un poco paradójico ya que al dársele bien no le proporcionará de hecho grandes fracasos. Puede atascarse un poco en alguna situación, pero siempre será en algo en que siente que tiene la habilidad para resolverlo y gran parte del control. El problema es que muchos retos que nos presenta la vida no están en el marco de aquello que nos es fácil y resistirse a entrar en eso nuevo por tener “mentalidad fija” supone perderse muchas oportunidades de crecimiento, sea personal o laboral. A estas alturas del post puede ser que te hayas dado cuenta de que tu mentalidad es más bien fija (o la de alguien que conoces) y te preguntes si eso será para todo la vida. No hay una respuesta fehaciente a eso, pero las investigaciones apuntan a que se puede “provocar o inducir” una mentalidad de crecimiento. Normalmente son experiencias en que eso es inducido desde fuera, como expliqué en el post de cómo influyen las expectativas de los demás en nuestros logros. Si alguien en quien confiamos piensa que esa característica nuestra, no es fija y la podemos cambiar, aumentan radicalmente las posibilidades de que lo hagamos. Esto te puede servir de cara a los otros en múltiples situaciones: cuando estás con tus hijos, intentando no atribuir sus errores a características de su personalidad o habilidades, con tus compañeros del trabajo, con tu pareja, etc.. ¿Y que pasa contigo mismo? Ahí vas a a tener que realizar un aprendizaje o entrenamiento personal: cambiar el modo en que te hablas a ti mismo. Por ejemplo, si crees que no hablas inglés porque no se te da bien el inglés, trata de cambiar esa idea por otra tipo: no he dedicado suficiente tiempo para hablar bien (lo cuál casi seguro que es cierto). Si crees que no conduces bien porque eres malo con las “máquinas” puedes pensar que has practicado poco. Si no entiendes la informática, puedes pensar que nadie nace enseñado y que aquellos que dominan el tema es posible que lleven 10.000 horas de práctica. Sencillo, pero potente. Puede parecerte una cosa banal, pero te invito a que la pruebes durante un tiempo y compruebes en ti mismo los resultados. Quizás lo sientas un poco forzado al principio, pero date una oportunidad. Y para acabar un detalle: todos tenemos algo de las dos mentalidades. Así que si te has autoclasificado en la “abierta” revisa bien lo que haces y lo que no haces. Igual descubres que en algunas cosas no eres tan abierto como te creías.
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